Dicen que es rápido y los resultados, más efectivos para enfrentar sus vidas en distintos aspectos.

Javiera Barraza, de 20 años, estudiante de segundo año de universidad, decidió hacerse ‘coaching’ porque se sentía insegura. Sentía impotencia. A la hora de entregar sus trabajos en la universidad llegaba con una sensación de insatisfacción, como si lo que hiciera estuviera mal. A pesar de que le iba bien, no lograba sentirse tranquila con sus trabajos y, por lo mismo, le costaba mucho presentarlos delante del curso con seguridad.

Javiera ya había intentado enfrentar su problema con un psicólogo. Asistió a un par de sesiones, pero cuando salía de la terapia no lograba sentirse mejor. Por eso decidió probar con el ‘coaching’.

Así comenzó con una sesión cada dos semanas con Verónica Edwards, filósofa de profesión y ‘coach’ ontológico de Newfield Consulting hace seis años. Javiera le hablaba de lo que le ocurría. Su coach preguntaba para guiar la conversación. También hacían ejercicios o intervenciones.

“Me pedía que imaginara que la persona que me hacía sentir insegura estaba al frente mío y tenía que hablarle”, cuenta.

Luego de cada sesión, la ‘coach’ le asignaba “tareas”, como levantar la mano para hablar en clases cada vez que se le ocurriera decir algo, no guardárselo, o preocuparse de caminar siempre derecha.

“Es una herramienta mucho más rápida que ir al psicólogo. Por ejemplo, esto fue hace como dos meses, y ahora pasamos de vernos cada dos semanas a una vez al mes”, dice.

Aunque su motivación principal para hacerse ‘coaching’ fue la inseguridad, entre sesión y sesión llegó a la raíz del problema: la relación con su padre, un tema que también trabajó.

Busca de identidad

A grandes rasgos, el ‘coaching’ es un método de conversación e intervención que acompaña e instruye a personas o grupos para que puedan cumplir metas o desarrollar ciertas habilidades. Busca potenciar lo que llaman un aprendizaje transformacional. Llegó a Chile a principios de los 90 y partió como una práctica entre empresas, profesionales y también personas privadas. Pero, desde hace un par de años, un nuevo grupo de personas ha comenzado a interesarse en este método: los jóvenes de entre 20 y 30 años. Ellos también quieren ser ‘coacheados’ en temas personales.

“Definitivamente, atender a jóvenes es un fenómeno de ahora”, dice Gloria Esbry, ‘coach’ ontológico sénior de Newfield Consulting, una de las escuelas más importantes en Chile y el extranjero. Ella es parvularia de profesión y hace más de una década se formó en este método, pero dice que apenas hace dos años tuvo al primer ‘coachee’ –persona que recibe ‘coaching’– veinteañero. Pasó de no haber atendido a ninguno de esa edad a tener seis.

Paloma Sepúlveda (de 28 años) decidió probarlo el año pasado. Es ingeniera civil industrial y llegó a Santiago para trabajar en una empresa de ‘retail’, pero por alguna razón estaba insatisfecha: sentía que no tenía un objetivo claro en su vida, que estaba haciendo las cosas por hacerlas, pero sentía también después de haber hecho “todo bien” mucho miedo a fracasar. Había ido antes a un psicólogo, pero no era lo que ella estaba buscando.

“Ir al psicólogo para mí es como lo mismo de siempre: tú le cuentas un problema y te ayuda a resolver eso en específico. Yo sabía que el ‘coaching’ era diferente, que te servía para la vida. Por eso fui, y efectivamente fue así”, afirma.

Asistió a sesiones durante dos meses, primero una vez a la semana y después cada dos, y ahí empezó a hablar de lo que le pasaba, y a enfrentarlo.

“Yo era demasiado estructurada y autoexigente. En el ‘coaching’ aprendí a bajar un poco las exigencias, a darme permiso para equivocarme, no tenerle tanto miedo a fracasar. Entender que fracasar no es fracasar”, dice Paloma, quien después de las sesiones empezó a aplicar lo que había aprendido en su vida real y decidió cambiar de trabajo.

La atendió Catalina Villamán, de Newfield Network, quien explica que el tema de la insatisfacción es recurrente entre las personas que recibe.

“Sienten insatisfacción con sus vidas, consigo mismos, no sentirse a gusto, ya sea en el trabajo, relación de pareja, o porque no tienen pareja, porque se sienten solos, insuficientes, etc. Algunos sienten que tienen “todo” para ser felices y no lo son, sienten que algo les falta y eso muchas veces es falta de conexión con ellos mismos, y es ahí donde se hace necesario un viaje hacia adentro, más que buscar todo afuera”, explica Villamán.

En el caso de Javiera Barraza, cuando fue a su primera sesión de ‘coaching’ para superar su problema de inseguridad en la universidad, nunca pensó que terminaría también trabajando conflictos con su padre.

“Entendí que quizás de ahí, de los temas con mi papá, venía harto de lo que me pasaba. Quizás no la inseguridad, pero sí sentir que lo que hacía no era suficiente, y la autoexigencia que siempre me ponía. Eso es lo bueno, conversando se va llegando a la raíz de lo que a uno le pasa”, dice.

Cuenta que cuando llegaron al tema de su padre, ella, con la guía de su ‘coach’, Verónica Edwards, decidió que iba a imaginar temporalmente un “muro” para los comentarios que venían de su padre, para concentrarse en lo que ella pensaba de sí misma. Luego, cuando ya había tenido su espacio, llegó el momento de hablar.

“Ahí conversé con mi papá y le expliqué que sus comentarios, o que me exigiera tanto, no me gustaban, me daba pena. Después de esas conversaciones nos llevamos mucho mejor”, agrega.

Miedo y definiciones

Verónica Edwards ha recibido a varios jóvenes, y dice que le ha tocado ver en ellos mucho miedo a enfrentar situaciones.

“A los juicios de un adulto, a no saber quiénes son, a fracasar. Quieren que les vaya bien, ser el hijo o la hija que creen que los padres quieren que sea. El tema es construir su propio punto de vista, su identidad, y eso muchas veces no tiene nada que ver con que los papás sean de una forma u otra”, asegura Edwards.

Explica también que, generalmente, esta inquietud viene porque los jóvenes están en un proceso de definir quiénes son y diferenciarse definitivamente de los padres. Edwards los acompaña para que vean qué conversaciones les hace falta hacer para resolver el problema que están teniendo con su padre o su madre. Y luego los ayuda a diseñar la conversación.

“Las conversaciones se diseñan para que sean fructíferas. Trabajamos siempre con tres dominios de la persona: el lenguaje, la emocionalidad y la corporalidad. Cómo pararse, por ejemplo, cuál es el cuerpo de ‘estoy abierto a conversar contigo’. Entonces, él o ella practica ese cuerpo en la sesión de ‘coaching’. Cuál es la emoción que requiero para que esta conversación sea fructífera: la rabia, el reclamo, la compasión”, dice.

Otro tema que le toca ver bastante con los jóvenes es superar los juicios que ellos tienen sobre sí mismos, o los diagnósticos previos que traen de terapias anteriores, a partir de los cuales se autodefinen.

“Muchas veces dicen ‘yo soy tímida, entonces no voy a salir a buscar pareja’. En el proceso de ‘coaching’ acompañas a esa persona para que supere ese juicio que tiene de que es tímida, si es que es un juicio infundado. Si es un juicio fundado, la guías para que adquiera la competencia para salir de la timidez”, agrega Edwards.

De pacientes a orientadores

Gloria Esbry también es supervisora de formación en la escuela de coaching de Newfield Consulting, de la que se gradúan casi 140 alumnos después de un curso de 10 meses de preparación. Su directora comercial, Paz Marticorena, explica que además de estos jóvenes que quieren ‘coachearse’ también ha aparecido otro grupo: jóvenes veinteañeros interesados en formarse en este método. En las generaciones de los dos últimos años se han graduado 41 alumnos menores de 30 años.

Esta misma situación se replica en el centro de formación Newfield Network, otra escuela de formación de coaching de nivel internacional. Aquí se gradúan cada año después de nueve meses de formación cerca de 200 ‘coaches’ al año.

Hace cinco años, todos los alumnos tenían sobre 38 años; en cambio, el año pasado el 8 por ciento fue menor de 30, y para el 2017 ya son el 17 por ciento del total de los alumnos. En ambas escuelas, tanto en Newfield Network como en Newfield Consulting, los únicos requisitos para entrar a formarse es ser mayor de 25 años y pasar por una entrevista para ver si la persona cumple las condiciones para entrar al programa.

EL MERCURIO (Chile) – GDA

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